Por Ricardo Bustos
Ahora resulta que en Argentina, todos somos catalanes y por ello opinamos sobre su independencia y la historia, los reyes de España, la dictadura de Franco, Rajoy, el presidente de la Generalitat, el Parlament, porque los catalanes a todo le quitan la última vocal, entonces nosotros, que sabemos todo de Santiago Maldonado y los mapuches, también queremos que el juez le diga al pueblo argentino que fué la Gendarmería quien lo mató aunque el muchacho se ahogó en el río Chubut y su hermano, el de la voz finita, se convierte en un referente sociopolítico, mas importante que cualquier candidato que haya participado en las últimas elecciones, tan importante que lo recibirá Su Santidad en el Vaticano.
En esta era del dichoso twitter, los ciudadanos cruzamos las calles mirando el celular pero ignoramos si viene un camión con acoplado que nos puede levantar por el aire en menos tiempo que el que demoramos en leer o escribir un mensaje de texto.
Los argentinos somos eso, una mezcla de intelectuales del tercer mundo con aspiraciones de caballeros de la nobleza, aunque la odiemos porque no soportamos a los reyes. Tuvimos una presidente que actuaba como una reina, pero gustaba rodearse de mucha gente pobre, eso si, con sus carteras y zapatos de miles de dólares, agua mineral traída de Francia y ropa comprada en Nueva York.
Si vemos la televisión, chorrea grasa por todos lados. Una mujer que se llama Wanda Nara, quien según se dice llegó a la fama y no por ser la esposa de un jugador de fútbol, ahora está procesada en Italia, por haber divulgado intimidades de su ex marido y eso en Italia, tiene otro costo penal, no como aquí que como mucho la pueden enviar a realizar tareas comunitarias en un Jardín de infantes. Los personajes de la farándula ya no son parecidos a la categoría, profesionalismo y perfil de Alfredo Alcón, Olga Zubarry, Mariquita Valenzuela o Rodolfo bebán, por nombrar solo a algunos de los grandes de la escena nacional. Ahora son Federico Bal, Laurita fernández, Agustina Agazzani, Ailén Bechara, Solange Báez y muchos otros famosos mas que imagino todos conocen.(?)
Enrique Garabetyan, escribe en Perfil que el 45% de los argentinos se define con rasgos «narcisistas»; un 38% cae en el rubro «obsesivo»; el 32% se auto-encasilla como «histriónico» y un 30% se identifica con una personalidad «paranoica». Esto es lo que surge del trabajo de investigación «Informe de Argentinidad 2017: la personalidad de los Argentinos», que acaba de publicar un grupo de investigadores de la Universidad Siglo 21. El equipo trabajó sobre una muestra representativa, de 1,050 casos, entre hombres y mujeres, de 18 a 65 años, de siete grandes centros urbanos: Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Rosario, Tucumán y Comodoro Rivadavia.
El doctor en psicología Leonardo Medrano, secretario de Investigación de la Universidad y uno de los autores del trabajo, señaló que «Del estudio surgieron muchos puntos llamativos pero, dentro de los patrones de creencias que registramos, nos impactó que el 45% de los argentinos se manifestó «de acuerdo» o «totalmente de acuerdo» con rasgos de la personalidad «narcisista». Y ejemplificó algunas de las respuestas más comunes: el 30% señaló que “era muy importante obtener reconocimiento, veneración y admiración”, y el 61% afirmó “no tolerar que me falten el respeto o me traten como merece”.
A la hora de describir qué concepto de la encuesta causó el mayor impacto personal entre los investigadores, Medrano reflexionó: «Si el 54 % de los consultados transmite sin pudores que «no es seguro confiar en otras personas», ¿qué nos dice eso sobre cómo podemos armar un proyecto colectivo de país?».
Quizá parte de la respuesta la encontremos en la realidad que hemos vivido como país en tantos años de mentiras, aunque ello tampoco se puede llevar como mochila de plomo toda la vida.
El psicólogo clínico, capacitador y escritor, Pablo Nachtigall, publica en su blog que «Tenemos una inteligencia emocional colectiva adolescente: Como argentinos nos gusta transgredir y hemos hecho de eso un acto cultural aceptable. Ya no nos asustan ni escandalizan ciertas actitudes de referentes públicos, políticos y mediáticos. Más bien caemos en un sopor y nos olvidamos. Frente a eso, por ejemplo Marcelo Tinelli y sus actitudes de cancherito seductor, encajan con el imaginario colectivo argentino del “ídolo canchero y capanga” que sobra a los demás. Sin ir mas lejos, hasta los políticos van a sus programas prestándose al ridículo, como si fuese adecuado que la función política sea graciosa en Argentina.
Nos hemos habituado a una degradación moral: Aunque suene cliché, el paso de los años ha ido degradando la cultura en Argentina a nivel mediático, con lo cual han proliferado los programas de chimentos. El programa de Tinelli, ha ido subiendo la apuesta por lo chabacano, agresivo, escandaloso y sexual.
Frente a eso, ha habido voces de repudio, que luego fueron acallándose a medida que la “matrix argentina” ha ido predominando. Conclusión, Tinelli, apuesta fuerte por un cóctel que sabe que como argentinos podemos rechazar, hasta vernos seriamente perjudicados, pero en un nivel intimo nos entretiene y nos distrae de los terribles sucesos de corrupción que están aconteciendo sin explicaciones adultas ni responsables a los habitantes. Admiramos la viveza y arrogancia: Si vamos a otro país, podemos identificar fácilmente a un grupo de argentinos, por la manera sobradora de querer resaltar y lucirnos como si fuésemos los vivos y estuviésemos de vuelta de todo. Nos gusta ser maltratados: Hemos estado bajo un gobierno kirchnerista que ha hecho el culto al maltrato, prepotencia y violencia, encima que han robado de manera aberrante. El jurado del programa de Marcelo Tinelli, por seguir con un ejemplo mediático, encarna esas características, maltratando a bailarines y haciendo de eso un show.
Resultado, el televidente cree que es normal el agravio, la descalificación y agresión hacia otro. Todo queda manchado. Nadie sale indemne».
Quizá podemos agregar que al otro día, miles de las mismas mujeres que trasnochan mirando el programa televisivo, recorren las calles de las ciudades marchando en defensa de la mujer y los maltratos que reciben.
«En Egipto se llamaban a las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás».
Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Clérigo católico francés y escritor.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556